martes, 25 de marzo de 2014


21 de abril de 2013

ANTONIO GARCIA ALVES:

Señor Antonio, le contaré algo sobre mi triste existencia y verá como entiende lo ocurrido. Soy nacido en una humilde casa, en una aldea a las afueras de una gran ciudad, con un pobre padre que ni recuerdo, bueno su nombre si, Paco, como mi hermano mayor según relata mi pobre madre(Amalia como mi abuela) se marchó un día a trabajar, eso dijo, y ya no volvió cosa extraña porque siempre recuerdo a mi madre con la frase “nunca trabajas, busca trabajo, no bebas tanto...”
Soy el tercero de cinco hermanos, dos mayores que yo dedicados al noble arte del robo, digo “arte” porque retiran las carteras de los pobres desgraciados que vienen de fuera sin que ellos ni lo noten, bueno alguna que otra vez visitaron comisaría, pero salían enseguida y con el tiempo han ido perfeccionando. Alguna que otra vez he ido a acompañarlos y no lo hago mal del todo. Según me cuentan, soy alto y espigado como mi padre y heredé su nariz, de mi madre el pelo rizado. En casa, como comprenderá comer, lo que se dice comer, poco, si acaso una vez al día y no gran cosa como entenderá. Mi madre, la pobre, limpia las casas de algunas personas en cuanto deja a los pequeños en el colegio( yo voy solo, bueno los días que voy), por lo que dinero poco entra en casa; a mi entender, traen más mis hermanos que ella, algo que mi pobre madre no comprende, porque claro cree que trabajan en un taller de mecánica sólo unas horas, y se pregunta cómo pueden ganar más que ella, seguro sospecha algo, pero hay que comer así que “ojos que no ven...” ya sabe. Con lo ganado más que nada, pagamos luz, agua, pero la verdad, pocas veces porque casi siempre tenemos velas y agua fría para ducharnos.










En cuanto a comida, ya le dije, poca, si mi pobre madre trae la olla a la mesa y antes de que se siente ya estamos todos con la cuchara metida, y a tragar, que no masticar, porque de lo contrario te quedas sin nada. Mire usted, si aveces, hace la comida por la noche, y cuando se levanta, algún que otro, entre ellos yo, lo confieso, se ha levantado de madrugada a beber, ha mirado la olla y ¡ por Dios! “solo un poco” piensa uno, y cogemos una cucharadita y claro, un poco de cada uno, cuando amanece la olla vacía me madre se pone a llorar y a gritar que la vamos a matar a disgustos. Si mis hermanos pequeños, cuando llega la hora de la ducha tenemos que buscarlos por toda la casa porque se esconden, y entre que no hay luz y que caben en cualquier sitio, no los encontramos hasta que mi madre sale gritando “ o salís o no coméis” para verlo señor Antonio, salen antes de que termine la frase, y ahí los ves, a los dos en la bañera, tiritando de frío los pobres y a mi madre diciéndome “corre Pablo, echa agua, venga que ya terminamos, coge las toallas, mis niños ya terminamos, venga que nos vamos a comer”, a comer significa un plato para los cinco, unas cuantas patatas cocidas para cada uno, que con la luz de las velas, se puede imaginar, hay que ir buscando con la mano y tener cuidado eso sí de que alguien no se le escape el tenedor y te lo clave pensando que es una patata; mi madre, de noche, siempre esta desganada , así que cabemos a alguna patata más, ella siempre tiene dolor de cabeza y por lo visto le quita el hambre. Terminamos de comer, recogemos y nos acostamos hasta la mañana siguiente y eso sí, con un ruido en la barriga que entre los cinco hermanos en la habitación, parece que tuviéramos un circo dentro y sobre todo pensando, si al día siguiente mamá podrá pagar la luz o el agua o si tendremos algo de comer o si alguno de los “artistas” de mis hermanos mayores traerá algo a casa con lo que podamos por lo menos comprar pan y si hay algo para meterle dentro mejor que mejor.




Por eso, señor Antonio, el día que entre en el despacho del tutor a buscarlo y ver esa caja de bombones, miré a los lados y no vi a nadie y pensé “ por uno no se van a dar cuenta”, y al probarlo, “si es que yo no probaba el chocolate desde ni me acuerdo”, si mi madre traía una tableta que le regalaban de vez en cuando alguna de las señoras a las que iba a limpiar y corríamos todos a ponerla al sol para que se derritiera y poder untarlas en pan, era para vernos, a los cinco mirando la tableta y un trozo de pan, aquello era la gloria. Por eso, señor Antonio, cuando ya me iba pensé que cuando iba tener otra oportunidad como esa, así que me di la vuelta, miré y cogí otro que me supo mejor que el primero, y así continué sin darme cuenta hasta que terminé con todos y en estas fue cuando usted me vio, así que entiendo que me castigue, pero piense que bombones seguro que usted los come a menudo y no creo que los eche en falta, a mí, no se puede ni imaginar, el bien que me hizo, además,si consideramos el resultado, que fue por lo que salí corriendo, que no por usted ni sus gritos de “come te pille, como te pille...” me puedo dar por castigado, porque como bien vio al correr detrás mía, no fui a otro sitio más que al servicio, donde descargué no se si porque no comía nunca chocolate o por el miedo a que mi madre se enterase y tuviera otro disgusto, o porque usted me perseguía furibundo pero el resultado fue un dolor horrible de barriga y que casi no me da tiempo a llegar al servicio. En fin, haga lo que usted crea conveniente, solo le pido encarecidamente que esto quede entre nosotros, bastantes burlas tuve por parte de los que me vieron para que también lo hagan mis hermanos. Yo, por mi parte le prometo que nunca volverá a ocurrir.

Pablo Casado Pimparel

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